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El artículo de hoy es un extracto del libro «Guía de la Combinación de Alimentos» de la Dra. Isabel Belaustegui, centrado en la importancia de cómo se combinan los alimentos para optimizar la salud y el bienestar. El documento explica conceptos fundamentales como la digestión de los alimentos, la diferencia entre alimentarse y nutrirse, y el rol del tubo digestivo desde la boca hasta el colon.
Se enfatiza el impacto del índice glucémico (IG) y la insulina en el organismo, especialmente en relación con el control de peso y la prevención de enfermedades.
Finalmente, se ofrecen reglas clave para la combinación de alimentos, incluyendo la necesidad de equilibrar el pH ácido-alcalino y la compatibilidad de nutrientes (carbohidratos, proteínas y grasas), y se advierte contra hábitos dietéticos modernos como el consumo excesivo de pan blanco, lácteos y refrescos.
Resumen de La guía de combinación de alimentos
Ser más fuertes y más felices y tener un cuerpo más bello y más sano, es posible.
La Dra. Belaustegui nos da las claves de la flexibilidad metabólica, una herramiente imprescindible para optimizar nuestro metabolismo a través de la alimentación, la actividad física y el estilo de vida.
Detrás de la inflamación crónica, del exceso de peso, de la falta de energía y de enfermedades tan graves como el cáncer, subyace una rigidez metabólica que nos impide acceder al combustible celular adecuado cuando lo necesitamos.
Aunque los seres humanos somos flexibles por naturaleza y podemos recurrir a la glucosa, a la proteína o a la grasa según las circunstancias, una alimentación basada en azúcares y un estilo de vida sedentario y estresante han atrofiado esta valiosa capacidad de adaptación. Por eso tenemos antojos de dulce, nos quedamos sin batería en las horas de ayuno, nos volvemos irritables o nos acostumbramos a esos michelines resistentes que no desaparecen por mucho que lo intentemos.
Sin duda, necesitamos optimizar nuestro metabolismo por el bien de nuestra salud y nuestro bienestar. Este libro recoge las claves para recuperar la flexibilidad metabólica a través de la alimentación, la actividad física y el estilo de vida.
¿Alguna vez te has preparado una comida llena de ingredientes frescos y saludables, solo para sentirte hinchado, pesado y sin energía poco después? Es una sensación frustrante. Inviertes tiempo y dinero en elegir lo mejor, pero tu cuerpo parece reaccionar como si hubieras comido justo lo contrario. La mayoría de nosotros asumimos que la culpa es de un alimento en particular, pero rara vez es así.
El problema, a menudo, no reside en qué comemos, sino en cómo lo combinamos. Un alimento perfectamente sano puede convertirse en una bomba digestiva si se mezcla con el compañero equivocado en el plato. La digestión es un proceso químico complejo, y mezclar alimentos que requieren condiciones opuestas para descomponerse puede sabotear todo el sistema, dejándote con malestar y sin aprovechar los nutrientes.
En este artículo, desvelaremos 5 secretos sorprendentes extraídos de la «Guía de la Combinación de Alimentos» que cambiarán tu forma de ver la nutrición. Estas claves te ayudarán a entender por qué te sientes como te sientes después de comer y te darán el poder de transformar tus digestiones y tu bienestar general.
Después de leer todo el artículo podrás responder este cuestionario con exactitud:
Cuestionario de Combinación de Alimentos + Guía Completa con Soluciones
Lee el artículo para poder responder el cuestionario adecuadamente: 5 Verdades Sobre la Comida que tu Estómago Desearía que Supieras
Información basada en el libro: «Optimiza tu metabolismo» de la Dra. Isabel Bealustegui
He preparado para ti una herramienta sencilla pero muy reveladora: un cuestionario que te ayudará a descubrir si estás combinando bien los alimentos en tus comidas diarias.
La forma en la que mezclamos proteínas, hidratos y verduras tiene un impacto directo en la digestión, la saciedad y en cómo nuestro cuerpo gestiona la energía. Cuando aprendemos a combinarlos de manera adecuada, adelgazar resulta más fácil… y casi sin darnos cuenta.
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1. No son las lentejas, es con qué las combinas
El primer gran secreto es un cambio de mentalidad: un alimento sano puede volverse indigesto simplemente por una mala combinación. A menudo culpamos injustamente a un ingrediente cuando el verdadero culpable es la mezcla que hemos creado en el plato.
El ejemplo clásico en España es el plato de lentejas con chorizo, morcilla y tocino. Después de comerlo, es común sentir pesadez, hinchazón y gases, y la mayoría de la gente culpa a las lentejas. Pero la realidad es que esta mezcla es una auténtica «bomba» para la digestión. De hecho, la legumbre y la carne son dos alimentos incompatibles que nunca deberían ir juntos en una misma comida. Cada tipo de proteína requiere enzimas y niveles de acidez diferentes para ser procesada, y al mezclarlas, el sistema digestivo se sobrecarga y colapsa.
El alimento no es lo que te sienta mal, lo que te perjudica es su mala combinación con otros alimentos.
Este principio nos invita a ser más detectives de nuestra propia digestión. En lugar de eliminar alimentos por costumbre o porque «creemos» que nos sientan mal, debemos empezar a observar las combinaciones. Quizás esas legumbres que evitas son maravillosas para ti si las cocinas con verduras en lugar de con carne. Es hora de escuchar más a nuestro cuerpo y menos a la tradición ciega.
2. Tu cuerpo no cuenta calorías, pero sí hormonas
Durante décadas, la nutrición se ha centrado en una matemática simple: calorías que entran versus calorías que salen. Pero esta visión es incompleta y, a menudo, engañosa. Nuestro cuerpo no es una calculadora; es un laboratorio químico increíblemente sofisticado que responde a los alimentos a través de señales hormonales.
La hormona clave en este proceso es la insulina. Cuando comemos, especialmente carbohidratos, nuestro páncreas libera insulina para ayudar a que la glucosa entre en las células y se use como energía. Un exceso de glucosa que no se puede usar o almacenar se convierte en grasa. El problema es que no solo los carbohidratos afectan a la insulina.
Un ejemplo perfecto es la sacarina. Tiene cero calorías, pero su intenso sabor dulce (hasta 300 veces más que el azúcar) provoca una fuerte secreción de insulina. El cuerpo espera una avalancha de azúcar, libera la hormona para gestionarla y, al no encontrarla, puede promover el almacenamiento de grasa. Algo similar ocurre con los productos «light»: se les quita la grasa (que sacia), pero se les añaden azúcares y aditivos que alteran la respuesta hormonal y nos dejan con hambre al poco tiempo.
De nuevo, no enfermamos por comer mucho sino por comer mal.
La verdadera libertad llega cuando dejamos de obsesionarnos con los números en la etiqueta y empezamos a pensar en la calidad y el impacto hormonal de nuestra comida.
3. La digestión no empieza en el estómago, sino en tu mandíbula
Consideramos la masticación como un trámite, un paso automático para poder tragar. Sin embargo, es el primer y más crucial paso controlable de todo el proceso digestivo. Si este primer paso falla, todo lo que sigue se complica.
Masticar bien cumple tres funciones vitales. Primero, tritura el alimento en partículas más pequeñas, aumentando enormemente la superficie de contacto para que las enzimas digestivas puedan trabajar de manera eficiente. Si tragas trozos grandes, obligas a tu estómago a hacer un sobreesfuerzo, lo que resulta en las famosas «digestiones pesadas». Segundo, mezclas el alimento con la saliva, que contiene enzimas como la ptialina, encargada de empezar a descomponer los almidones en la propia boca. Tercero, la saliva produce una sustancia llamada mucina, un moco lubricante que protege el revestimiento de todo tu tubo digestivo del daño físico y químico. Es un escudo protector que creas tú mismo con cada bocado bien masticado.
Lo más sorprendente es que, aunque sea un acto automático, la masticación es una habilidad que podemos reeducar. Es el único paso del proceso digestivo sobre el que tienes control absoluto, una oportunidad de tomar las riendas de tu bienestar antes de que la comida llegue siquiera al estómago.
Así como cada individuo tiene un estilo de caminar, también tiene una forma de masticar. Y así como puedes cambiar tu manera de caminar, puedes entrenar una nueva manera de masticar.
4. Beber agua en la comida sabotea tu digestión
La creencia popular nos dice que beber mucha agua es siempre saludable, incluso durante las comidas. Sin embargo, este es uno de los errores más comunes que perjudican nuestra digestión. El estómago necesita un ambiente muy ácido para descomponer los alimentos, y beber grandes cantidades de líquido mientras comemos tiene un efecto contraproducente.
El agua diluye los jugos gástricos, reduciendo su eficacia. Pero, lo que es más grave, también diluye la capa de moco (la mucina que mencionamos antes) que recubre y protege la pared del estómago de su propio ácido corrosivo. Con el tiempo, el daño avanza: lo que empieza como micro-heridas solo visibles al microscopio, puede convertirse en erosiones superficiales mayores y, finalmente, en úlceras.
El efecto es aún peor si el agua está muy fría, ya que las bajas temperaturas contraen los vasos sanguíneos y ralentizan todo el proceso digestivo. La recomendación, por tanto, es clara: para proteger tu sistema digestivo, es mejor evitar beber durante las comidas y, si realmente lo necesitas, optar por una pequeña cantidad de líquido que no esté muy frío.
5. El trigo moderno no es el que comían nuestros ancestros
El pan ha sido un pilar de la alimentación durante milenios, por lo que resulta difícil entender por qué hoy en día causa tantos problemas digestivos e inflamatorios. La respuesta es simple y a la vez impactante: el trigo que comemos hoy no tiene casi nada que ver con el que comían nuestros antepasados.
A través de la hibridación y la modificación genética para aumentar su rendimiento, la estructura del trigo ha cambiado drásticamente. El trigo original tenía 7 pares de cromosomas. El trigo duro que se usa para la pasta tiene 14, y el trigo candeal para el pan, las pizzas y la bollería tiene 21 pares. Esta nueva carga genética ha creado moléculas que nuestro sistema metabólico, adaptado genéticamente a la era del Paleolítico, no reconoce.
Nuestro cuerpo, simplemente, no tiene las «herramientas» enzimáticas adecuadas para procesar correctamente estas nuevas estructuras. Esto puede desencadenar una respuesta del sistema inmunitario, inflamación y es una de las principales razones detrás del aumento exponencial de enfermedades intestinales, alergias y sensibilidades alimentarias en las últimas décadas.
Tanto la modificación genética de los alimentos como la llegada de otros exóticos son algunas de las causas que explicarían el incremento de algunas enfermedades.
¿Cuál de estas cinco claves resonó más contigo y podrías empezar a aplicar hoy mismo en tu próxima comida?

La Paradoja en Nuestro Plato: Por Qué la Comida Moderna Nos Enferma y Cómo Reclamar Nuestra Salud
Introducción: La Gran Contradicción de la Abundancia
Vivimos en una época de contradicciones asombrosas. Por un lado, hemos alcanzado un nivel de desarrollo que nos permite acceder a una variedad y cantidad de alimentos inimaginable para nuestros antepasados. Los supermercados rebosan de opciones de todos los rincones del mundo, disponibles en cualquier estación del año. Sin embargo, esta aparente cornucopia de la abundancia esconde una oscura paradoja: por primera vez en la historia, las sociedades occidentales viven sobrealimentadas y malnutridas al mismo tiempo.
A pesar de tener el estómago lleno, nuestras células sufren una carencia crónica de nutrientes esenciales. Este desequilibrio se manifiesta en un aumento alarmante de enfermedades modernas: obesidad, diabetes, trastornos cardiovasculares, enfermedades autoinmunes e inflamatorias. La tesis que quiero plantear es clara: el problema no radica en la cantidad de lo que comemos, sino en la calidad y la naturaleza de nuestros alimentos. Nuestra dieta actual se ha distanciado tanto de nuestro diseño genético evolutivo que se ha convertido en una fuente de enfermedad en lugar de una fuente de vida.
La buena noticia es que esta situación es reversible. La solución no reside en dietas milagrosas ni en contar calorías obsesivamente, sino en una vuelta a la inteligencia nutricional. Se trata de recuperar el control de nuestra salud a través de una alimentación consciente, centrada en la calidad de los ingredientes y el arte de combinarlos correctamente. Este artículo es una invitación a comprender por qué nuestro plato se ha convertido en un campo de batalla bioquímico y cómo podemos firmar un tratado de paz con nuestro propio cuerpo.
1. El Engaño Evolutivo: Cómo Desconocimos el Pan de Cada Día
Para entender la magnitud del problema, es estratégico analizar cómo han cambiado nuestros alimentos más básicos, aquellos que consideramos pilares de nuestra civilización. El trigo es, quizás, el ejemplo más revelador de la profunda desconexión entre la comida moderna y nuestra biología ancestral. Durante milenios fue el sustento de imperios, pero el pan de cada día que consumimos hoy tiene muy poco que ver con el que comían nuestros antepasados.
La domesticación y, sobre todo, la hibridación moderna, han alterado drásticamente la composición genética del trigo. El trigo original, el que nuestros genes reconocen, poseía apenas 7 pares de cromosomas. Las especies actuales, como el trigo duro para la pasta o el candeal para el pan y la bollería, han sido modificadas para contener 14 y hasta 21 pares de cromosomas. Genéticamente, son prácticamente nuevas especies.
La consecuencia de este cambio es demoledora: nuestro sistema metabólico, que corresponde en gran medida al de la era del Paleolíco, carece de las enzimas necesarias para procesar y metabolizar correctamente estas nuevas variedades de cereales. Sencillamente, los humanos nos hemos quedado un poco más atrás con respecto a los cereales en la carrera de la evolución. Al consumir pan blanco a diario, el gluten mal digerido se convierte en una sustancia pegajosa que se adhiere al revestimiento de la pared intestinal, sobreestimulando nuestro sistema inmunitario con moléculas que no reconoce. Este desajuste crónico es la antesala de un sinfín de problemas de salud, desde enfermedades intestinales hasta trastornos inflamatorios como la artritis e incluso enfermedades degenerativas. La alteración de un alimento tan fundamental es el primer paso hacia el caos bioquímico que se desata en nuestro interior.
2. Caos Bioquímico Interno: La Montaña Rusa del Azúcar y la Marea Ácida
La composición de los alimentos procesados modernos altera dos de los equilibrios más fundamentales de nuestro cuerpo: el nivel de glucosa en sangre y el balance ácido-alcalino. Cada comida se convierte en un desafío para un organismo que lucha por mantener la homeostasis, poniendo a prueba nuestra maquinaria interna, empezando por el estómago, esa «lavadora» biológica que da vueltas al alimento para romperlo y prepararlo para la digestión.
Análisis del Índice Glucémico (IG): La Montaña Rusa Energética
El Índice Glucémico (IG) es una medida que indica la velocidad con la que un carbohidrato eleva la glucosa en la sangre. Los alimentos de alto IG —como el azúcar, las harinas refinadas o los refrescos— provocan un efecto de «montaña rusa» en nuestro cuerpo. Primero, un pico de energía y euforia, seguido de una caída abrupta que nos deja fatigados, irritables y con una necesidad imperiosa de volver a consumir algo dulce.
El ejemplo de los refrescos es particularmente alarmante. Un solo vaso puede contener el equivalente a 16 cucharadillas de azúcar, a menudo en forma de jarabe de maíz de alta fructosa. Esta avalancha de glucosa provoca una secreción masiva de insulina. El hígado, desbordado, convierte rápidamente todo ese exceso en grasa. No es de extrañar que los estudios científicos hayan observado que el riesgo de obesidad aumenta en un 60% por cada porción diaria de refresco.
Análisis del Equilibrio Ácido-Alcalino: La Desmineralización Silenciosa
Nuestro cuerpo funciona de manera óptima en un pH sanguíneo ligeramente alcalino (entre 7,36 y 7,42). Sin embargo, la dieta moderna, rica en azúcares, procesados y un exceso de proteína animal, es predominantemente acidificante. A esto se suma nuestro estilo de vida: las prisas, el estrés, pasar mucho tiempo en ambientes cerrados, dormir poco y el mal humor son factores que también acidifican profundamente nuestro organismo. Para protegerse de esta marea ácida, el cuerpo activa un mecanismo de defensa desesperado: neutraliza el exceso de ácido «robando» minerales alcalinos, como el calcio y el magnesio, de nuestros propios tejidos, principalmente de los huesos.
Esta «desmineralización» crónica, aunque silenciosa, tiene consecuencias devastadoras a largo plazo. Se manifiesta a través de síntomas como la fatiga constante, la irritabilidad, las uñas frágiles, un sistema inmune debilitado y un estado de inflamación generalizada que es el caldo de cultivo para la mayoría de las enfermedades crónicas. Este desequilibrio interno demuestra la gran falacia de las dietas modernas, que se centran ciegamente en las calorías ignorando por completo la química fundamental de la salud.
3. El Mito de «Comer Sano»: Deconstruyendo Calorías y Productos «Light»
Durante décadas, se nos ha inculcado la idea de que controlar el peso es una simple cuestión matemática de contar calorías. Esta creencia ha dado lugar a una industria multimillonaria de productos «light» y dietéticos, pero la realidad es que tu cuerpo no cuenta calorías. No engordamos por comer mucho, sino por comer mal.
Los alimentos «light» son un perfecto ejemplo de este engaño. Al eliminar las grasas, estos productos pierden sabor y textura. Para hacerlos palatables, los fabricantes añaden un cóctel de aditivos artificiales, azúcares, edulcorantes y potenciadores del sabor para los que nuestro organismo no está diseñado.
• La falacia de las «cero calorías»: Tomemos la sacarina como ejemplo. A pesar de no tener calorías, su poder edulcorante es hasta 300 veces superior al del azúcar. Esta intensidad engaña al cuerpo, que responde con una fuerte secreción de insulina, la misma hormona que favorece el almacenamiento de grasa. El resultado es paradójico: un producto «cero calorías» que puede contribuir al sobrepeso y al agotamiento del páncreas.
• El «efecto rebote» por falta de grasa: Las grasas saludables son vitales. No solo cumplen funciones hormonales y estructurales, sino que también son cruciales para generar saciedad. Al eliminarlas de la dieta, sentimos hambre poco tiempo después de comer.
Este ciclo se agrava por un factor psicológico: consumir productos bajos en calorías calma la conciencia. Pensamos que, como son «light», podemos comer más cantidad sin consecuencias. Esto nos introduce en un bucle peligroso de desequilibrio hormonal y hambre constante, mientras consumimos productos artificiales y nutricionalmente vacíos. Una vez entendidos estos problemas, el siguiente paso es adoptar una estrategia de alimentación que sea verdaderamente inteligente y consciente.
4. La Solución: Hacia una Nutrición Inteligente y Consciente
Recuperar la salud a través de la alimentación no requiere una dieta restrictiva ni un sufrimiento constante. Exige un cambio de paradigma, una nueva forma de pensar sobre la comida basada en tres pilares fundamentales: la calidad, la combinación y la consciencia.
Pilar 1: La Calidad No Es Negociable
El primer paso es priorizar la calidad de los alimentos. Esto significa elegir productos frescos, naturales, de temporada y, en la medida de lo posible, de producción ecológica. Esta recomendación es especialmente crítica para los productos de origen animal, donde la regla de oro debería ser: «O ecológicos o nada». En la grasa de los animales criados de forma industrial se concentran toxinas como pesticidas, fertilizantes y hormonas que son perjudiciales para nuestra salud.
Pilar 2: El Arte de la Combinación
Una digestión eficiente es la base de la salud. Para lograrla, es crucial entender que no todos los alimentos se llevan bien entre sí, ya que requieren diferentes enzimas y niveles de pH para ser digeridos.
• Combinaciones Incompatibles (a evitar):
◦ Proteínas con almidones: La clásica combinación de carne con patatas o pan. Las proteínas requieren un ambiente muy ácido para su digestión, mientras que los almidones necesitan un ambiente más alcalino. Comerlos juntos crea un conflicto en el que el ambiente ácido inhibe la correcta digestión del almidón.
◦ Mezclar diferentes tipos de proteína: Como carne y pescado en la misma comida.
◦ Tomar la fruta como postre: La fruta se digiere rápidamente, pero si queda atrapada en el estómago detrás de una comida pesada, fermenta, causando gases e hinchazón.
• Combinaciones Compatibles (a potenciar):
◦ Proteínas (carne, pescado, huevo) con verduras o ensalada.
◦ Legumbres con verduras y un cereal (como lentejas con quinoa) para obtener una proteína completa.
◦ Fruta con frutos secos.
Pilar 3: La Regla de Oro (HC + P + G)
Para asegurar un equilibrio nutricional óptimo en cada ingesta, debemos seguir una regla sencilla pero poderosa: cada comida principal debe incluir una fuente de Hidratos de Carbono (HC), una de Proteínas (P) y una de Grasas saludables (G). Es importante recordar que las verduras y hortalizas son la fuente principal y más saludable de hidratos de carbono.
Esta regla es sumamente eficiente, pues asegura que el cuerpo utilice cada nutriente para su función correcta. Si solo comemos proteínas, sin carbohidratos o grasas que aporten energía, el cuerpo se ve forzado a «quemar» esas valiosas proteínas. Esto es como emplear neumáticos para hacer una hoguera: consigues fuego, sí, pero empleando una materia prima muy valiosa que además genera mucho humo y deja un residuo muy contaminante. Al seguir la regla de oro, permitimos que las proteínas se dediquen a construir y reparar tejidos, producir hormonas y mantener un sistema inmunitario fuerte.
La Alimentación es Nuestra Mejor Medicina
El argumento es simple pero profundo: el abismo entre nuestra dieta moderna y nuestras necesidades biológicas es una causa fundamental de enfermedad, pero es una causa que podemos revertir. La alimentación es la herramienta más poderosa que tenemos para tomar las riendas de nuestra salud, y tenemos la oportunidad de usarla varias veces al día.
No se agobie. No vea esto como una condena o un castigo. Más que una dieta, considérelo una manera de vivir. Porque comer bien también es saltarse la dieta en una ocasión especial, sin culpa, disfrutando del vínculo social y afectivo que la comida nos brinda. Si en su día a día come de manera saludable, un capricho puntual no tendrá repercusiones. Disfrute del proceso y recuerde que «lo mejor es enemigo de lo bueno». Es preferible hacer cambios pequeños y sostenibles que buscar una perfección paralizante.
Muchas personas esperan a una crisis de salud para empezar a cuidarse. No espere a llegar a ese punto. Tenemos en nuestras manos la oportunidad de prevenir y de sanar en cada plato. Como sabiamente nos recordó Hipócrates hace más de dos mil años: «Que tus alimentos sean tu medicina. Que tu medicina sea tu alimento». Es hora de escuchar esa sabiduría ancestral, comer bien y empezar a vivir nuestra mejor versión.
Conclusión: Un pequeño cambio, un gran impacto para tu digestión
Como hemos visto, la clave para una mejor digestión, más energía y un bienestar general no siempre requiere dietas extremas o eliminar grupos enteros de alimentos. A menudo, la solución está en entender y aplicar principios inteligentes sobre cómo funciona nuestro cuerpo y cómo interactúa con lo que comemos, cuándo lo comemos y con qué lo combinamos.
No se trata de hacerlo todo perfecto. Huye de esa idea, pues la búsqueda de la perfección puede llevarte al desánimo y al abandono. La alimentación es tu mejor medicina, una oportunidad increíble para tomar las riendas de tu salud y tu vida. Empieza poco a poco, con lo que esté en tu mano. Se trata de ser más consciente y aplicar pequeños cambios que, sumados, generan un impacto enorme.
Cuestionario sobre la combinación de alimentos, ¿Qué has aprendido?
Cuestionario de Combinación de Alimentos + Guía Completa con Soluciones
Lee el artículo para poder responder el cuestionario adecuadamente: 5 Verdades Sobre la Comida que tu Estómago Desearía que Supieras
Información basada en el libro: «Optimiza tu metabolismo» de la Dra. Isabel Bealustegui
He preparado para ti una herramienta sencilla pero muy reveladora: un cuestionario que te ayudará a descubrir si estás combinando bien los alimentos en tus comidas diarias.
La forma en la que mezclamos proteínas, hidratos y verduras tiene un impacto directo en la digestión, la saciedad y en cómo nuestro cuerpo gestiona la energía. Cuando aprendemos a combinarlos de manera adecuada, adelgazar resulta más fácil… y casi sin darnos cuenta.
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Según la guía, ¿cuál es la razón principal por la que la combinación de carne y patatas se considera incompatible?
A. La combinación genera un exceso de ácidos fuertes que el riñón no puede eliminar eficientemente.
B.Las grasas de la carne ralentizan excesivamente la digestión de los carbohidratos de la patata, causando fermentación.
C. Las proteínas de la carne necesitan un medio ácido para digerirse, mientras que los almidones de la patata requieren un medio más alcalino.
D. Ambos alimentos tienen un Índice Glucémico muy alto, lo que provoca un pico de insulina perjudicial.
La guía menciona la «regla de oro» para la composición de cada comida. ¿A qué se refiere este principio?
A. Que cada comida debe empezar con alimentos crudos, como una ensalada, para preparar la digestión.
B. No mezclar nunca dos tipos diferentes de proteínas densas, como carne y pescado, en el mismo plato.
C. Incluir en cada ingesta una fuente de hidratos de carbono (HC), una de proteínas (P) y una de grasas (G).
D. Asegurar que la proporción de alimentos alcalinizantes sea siempre mayor que la de los acidificantes.
¿Qué efecto tiene sobre el Índice Glucémico (IG) de una comida el añadir grasas o proteínas, como en el caso de comer fruta con frutos secos?
A. No tiene ningún efecto sobre el IG, que es una propiedad fija de cada alimento.
B. Ralentiza la absorción de los azúcares, lo que disminuye el pico de glucemia y, por tanto, el IG global de la ingesta.
C. El efecto varía; aumenta el IG si los frutos secos son tostados y lo disminuye si son crudos.
D. ¿Qué efecto tiene sobre el Índice Glucémico (IG) de una comida el añadir grasas o proteínas, como en el caso de comer fruta con frutos secos?
¿Por qué es fundamental, según el texto, masticar bien las frutas y vegetales crudos?
A. Para activar las enzimas digestivas que se encuentran en la superficie de estos alimentos.
B. Para romper las membranas de celulosa que rodean las porciones nutritivas y que son indigestibles para los humanos.
C. Para calentar los alimentos a la temperatura corporal y facilitar así la digestión en el estómago.
D. Para reducir su contenido de agua y concentrar los nutrientes antes de que lleguen al estómago.
El texto explica que el cuerpo se defiende de la acidificación del medio interno. Uno de los mecanismos es usar un «sistema tampón». ¿Cómo funciona este sistema?
A. Utilizando sustancias básicas (alcalinas) del propio organismo para unirse a los ácidos y formar sales neutras.
B. Convirtiendo los ácidos fuertes en ácidos débiles, que son más fáciles de eliminar por la orina.
C. Almacenando el exceso de ácidos en el tejido adiposo hasta que puedan ser procesados por el hígado.
D. Filtrando los ácidos a través de los pulmones y la piel mediante la respiración y el sudor.
¿Por qué la guía desaconseja tomar la fruta como postre después de una comida principal?
A. Porque la fruta queda bloqueada en el estómago, que está ocupado digiriendo otros alimentos, y fermenta.
B. Porque el azúcar de la fruta inhibe la absorción de las proteínas y grasas de la comida principal.
C. Porque la fruta es un alimento alcalinizante y neutraliza el ácido del estómago necesario para digerir la comida.
D. Porque el alto Índice Glucémico de la mayoría de las frutas provoca un pico de insulina muy elevado después de comer.
¿Cuál es la estrategia recomendada en el libro para obtener proteínas de alto valor biológico a partir de fuentes vegetales como las legumbres?
A. Combinarlas con hortalizas de hoja verde ricas en minerales.
B. Cocinarlas durante más tiempo para hacer sus aminoácidos más disponibles.
C. Combinarlas con cereales en la misma comida para compensar la falta de ciertos aminoácidos esenciales.
D. Consumirlas en forma de germinados para potenciar su valor proteico.
El libro afirma que «no enfermamos por comer mucho sino por comer mal». ¿Qué ejemplo utiliza para ilustrar que las calorías no son el factor más importante?
A. La sacarina, que tiene cero calorías pero desencadena una fuerte secreción de insulina.
B. El pan integral, que tiene calorías similares al pan blanco pero un impacto diferente en la salud.
C. Las dietas cetogénicas, donde se pierde peso comiendo muchas grasas y, por tanto, muchas calorías.
D. El aguacate, que a pesar de ser alto en calorías, es muy saludable por sus grasas.
¿Cuál de estas formas de cocinar la pasta daría como resultado un Índice Glucémico (IG) más bajo?
A. Servirla inmediatamente después de cocerla, muy caliente.
B. Cocción corta (5-6 minutos) para que quede «al dente».
C. Usar pasta elaborada con trigo tierno en lugar de trigo duro.
D. Cocción muy larga (15 minutos) para que quede muy blanda.
Además de la digestión, ¿qué efecto negativo tiene tomar un café justo después de comer, según la guía?
A. Inhibe la absorción de vitamina B12 por su interacción con el «factor intrínseco».
B. Deshidrata el cuerpo rápidamente, dificultando el tránsito de la materia fecal en el colon.
C. Acidifica el quimo de forma excesiva, lo que puede dañar las paredes del intestino delgado.
D. Estimula la secreción de adrenalina, activando el sistema nervioso simpático, que es opuesto al estado de reposo necesario para una buena digestión.
¿Qué advertencia específica se da sobre el consumo de pan blanco de trigo?
A. Debe consumirse siempre por la noche para aprovechar su efecto relajante sobre el sistema nervioso.
B. Su gluten mal digerido puede adherirse a la pared intestinal y dificultar la absorción de nutrientes.
C. Que su alto contenido en fibra puede causar irritación intestinal en personas sensibles.
D. Solo es perjudicial si se consume sin tostar, ya que el tostado neutraliza sus antinutrientes.
En el contexto del equilibrio ácido-alcalino, ¿qué sucede cuando el cuerpo sufre una acidificación crónica?
A. Los órganos de eliminación como riñones y piel pueden verse afectados, y se produce una desmineralización de los tejidos.
B. El metabolismo se acelera para quemar los ácidos y convertirlos en energía.
C. El sistema inmune se fortalece para combatir las sustancias ácidas, que son vistas como patógenos.
D. Aumenta la producción de jugos gástricos alcalinos para compensar el desequilibrio en la sangre.
¿Cuál de las siguientes afirmaciones diferencia correctamente «alimentación» de «nutrición» según el texto?
A. Alimentación es comer para obtener energía, y nutrición es comer para obtener materiales de construcción para el cuerpo.
B. La alimentación es el acto voluntario y educable de ingerir alimentos, mientras que la nutrición es el conjunto de procesos involuntarios que el cuerpo realiza con ellos.
C. La alimentación se refiere al consumo de macronutrientes, mientras que la nutrición se refiere a los micronutrientes.
D. La alimentación es un término antiguo popularizado por Hipócrates, y nutrición es el término científico moderno.
Para compensar los excesos de una mala combinación de alimentos, la guía sugiere hacer semiayunos. ¿En qué consistiría esta práctica?
A. Saltarse la merienda y la cena, tomando en su lugar solo líquidos como infusiones o caldos.
B. Comer únicamente alimentos crudos durante uno o dos días.
C. Saltarse el desayuno y la comida, comiendo solo una cena ligera.
D. Beber solo agua con limón durante 24 horas para depurar el hígado.
Libro del que sacado toda la información (Dra. Isabel Belaustegui)
Ser más fuertes y más felices y tener un cuerpo más bello y más sano, es posible.
La Dra. Belaustegui nos da las claves de la flexibilidad metabólica, una herramiente imprescindible para optimizar nuestro metabolismo a través de la alimentación, la actividad física y el estilo de vida.
Detrás de la inflamación crónica, del exceso de peso, de la falta de energía y de enfermedades tan graves como el cáncer, subyace una rigidez metabólica que nos impide acceder al combustible celular adecuado cuando lo necesitamos.
Aunque los seres humanos somos flexibles por naturaleza y podemos recurrir a la glucosa, a la proteína o a la grasa según las circunstancias, una alimentación basada en azúcares y un estilo de vida sedentario y estresante han atrofiado esta valiosa capacidad de adaptación. Por eso tenemos antojos de dulce, nos quedamos sin batería en las horas de ayuno, nos volvemos irritables o nos acostumbramos a esos michelines resistentes que no desaparecen por mucho que lo intentemos.
Sin duda, necesitamos optimizar nuestro metabolismo por el bien de nuestra salud y nuestro bienestar. Este libro recoge las claves para recuperar la flexibilidad metabólica a través de la alimentación, la actividad física y el estilo de vida.


